Déjame anidar en tu pecho,
acunada por los latidos de tu corazón.
Busco refugio
en la cálida oscuridad
de aquellos brazos que se amoldan a mi sombra,
que se ciñen, que se clavan en mi carne.
Me llamas (“mi amor”)
y dejo de “ser”
(ya mi nombre no me nombra)
y me pierdo en tu aire,
ya no busco pureza,
es tu aliento cargado de sabor,
(poblado de aromas)
lo que quiero.
Un sonido. Un mensaje.
Tú presencia (corpórea) en mi puerta.
(Hasta aquí el sueño, ahora la realidad)
Siento frio.
Respiro.
Me alejo…hasta tu mano,
hasta tu boca.
2 comentarios:
excelente....
Y yo procuraré mantener la luz encendida
por si se te ocurre volver de repente.
Alumbrara este recuerdo incandescente
el camino de vuelta, aquel que trazaron antes
viejos fugitivos y nuevos amantes.
gracias...
Publicar un comentario